«¿Me lees un cuento?» Es una pregunta que a muchos padres y madres nos resulta familiar a la hora de llevar a dormir a nuestros hijos. Lejos de ser una actividad pasajera, leer o contar una historia a los niños antes de dormir supera todas las fronteras, tanto geográficas como temporales. Es algo tan natural y arraigado para ellos como comer, dormir y jugar. Forma parte de ese maravilloso conjunto de rutinas que llevan a cabo en su día a día.
A veces puede parecer que la petición va de la mano con las pocas ganas de dormir que tienen los peques y que solo es una excusa para alargar la hora de meterse en la cama y, claro, es una de las razones por las que lo hacen pero, desde luego, no la única y no la principal.
Leer cuentos es un hábito, una costumbre adquirida, amada y beneficiosa que les ayuda a dormir felices, tranquilos y sintiéndose amados y valorados.
Es un momento único de cercanía y complicidad con los padres, algo que les encanta y les transmite protección y seguridad. Por no hablar de lo divertido que les resulta vernos interpretar la lectura cambiando las voces o la entonación, viviendo y expresando el contenido del libro y convirtiéndonos nuevamente en niños por un momento.
Leer cuentos fomenta la creatividad, les hace volar, soñar, imaginar. Les introduce en un mundo mágico y feliz.
Además, es una actividad que les ayuda a adquirir nuevos conocimientos. No me refiero sólo a libros con un contenido determinado, como pueden ser aquellos que explican los colores, las formas, los animales, etc. Cada cuento, sea cual sea el tema que trate, es una herramienta única y maravillosa para ampliar el vocabulario y empezar a interpretar las imágenes en relación al texto.
Toda historia tiene un hilo argumental que aporta un aprendizaje sobre la vida y es una forma sencilla y divertida de acercarles a temas tan complejos como las emociones, la diferencia, el respeto, el trabajo en equipo, el valor de la amistad, el amor por la naturaleza,…
Muchos niños, alrededor de los dos años y medio, muestran preferencia por leer cada noche el mismo libro, una y otra vez, arraigando ellos mismos esa rutina. Y puede maravillarnos cómo, si nos descuidamos un momento, cuentan la historia a sus muñecos con gran soltura y fidelidad, repitiendo el texto casi al pie de la letra, con lo que se debe suponer que la lectura también ejercita la memoria.
Qué cuento elegir… afortunadamente hay tantos como niños, porque cada cual es una personita con sus gustos; y tantos como padres, que también tenemos nuestros valores y preferencias.
Dentro de esta multitud de opciones, es fundamental ofrecer libros adecuados al rango de edad del menor, con el fin de inculcarle el gusto por la lectura de forma adecuada y gradual.
A los niños les encanta manipular cualquier objeto que tienen a mano y los libros no son la excepción. Cuando son muy chiquitines, este uso puede convertirse en un destrozo importante, motivo por el cual es recomendable adquirir libros pequeños, al ser posible cuadrados, con dibujos vistosos y sin solapas; es decir, fáciles de manipular, llamativos y sin muchos extras. Algunos añaden texturas, algo que les agrada inmensamente, ya que su forma de conocer el mundo, en gran parte, es a través del sentido del tacto.

A medida que van creciendo, podemos empezar a introducir nuevos estímulos como solapas, botones con sonidos o libros con hojas más finas pero «irrompibles», que les acercarán a los ejemplares que usarán un poquito más adelante.
Respecto al contenido, suele ser muy sencillo y, sobre todo, orientado a que aprendan a familiarizarse con su entorno.

A partir de los dos años y medio, aproximadamente, comienzan a interesarse por libros con un argumento algo más complejo, priorizando siempre el formato con ilustraciones llamativas y expresivas que acompañen la historia que se narra. Los álbumes ilustrados son la mejor opción.
Respecto al texto, si el contenido está escrito en verso o tiene una sonoridad especial, suele facilitarles la comprensión y despertar en ellos mayor interés.

A esta edad, también podemos comenzar a introducir libros didácticos básicos, como los que ayudan a reconocer los colores, las formas,…
Es una etapa maravillosa en la que los niños muestran un interés fuera de lo común por aprender cosas nuevas y la lectura es una herramienta clave en este proceso. Existen libros, por ejemplo, sobre cómo quitarse el pañal, o que explican de dónde proceden los alimentos; libros que enseñan el abecedario, las estaciones del año,…

Cuando los niños comienzan el cole el contenido y la profundidad de las historias cambia, ya que el nivel de conocimientos que adquieren día a día se incrementa por mil y, los libros, a partir de este momento, pueden ofrecer opciones de aprendizaje más complejas.
Hay un formato de libro que, personalmente, me resulta muy interesante para esta etapa. En él, para leer, se combinan las palabras con ilustraciones sencillas. Por ejemplo: en una frase podemos encontrar la palabra “casa” pero, en vez de estar escrita, aparecerá un dibujo. Este tipo de libro hace que el niño o niña sea partícipe de la lectura, aunque aún no sepa reconocer el texto, y le ayuda a entender de qué manera leemos.
Las ilustraciones siempre son y serán parte imprescindible de la literatura infantil, ya que para los más pequeños hacen mucho más atractiva la lectura y les facilita enormemente la comprensión del argumento.
A pesar de ello, a partir de los 4 años comenzamos con la aventura de leer, leer de verdad, empezar a interpretar las letras y convertirlas en palabras.
Para fomentar el interés y el aprendizaje, es importante hablar con el profesorado del centro donde esté escolarizado el niño o niña, para que nos recomiende qué tipo de letra deberían tener los libros que adquiramos y, así, convertir la lectura en casa en un refuerzo a lo aprendido en clase.
En general, es recomendable usar textos escritos en mayúscula o con caligrafía escolar y, en ambos casos, el tamaño de las letras debe ser grande.

Desde el momento en que aprendemos a leer, el abanico de libros disponibles es tan grande que casi no tiene fin.
Lo mejor de todo es que, si de pequeños encontramos el gusto por la lectura, será un hábito que nos acompañará toda la vida y, quién sabe, quizá de adultos sigamos disfrutando del placer de leer un poquito antes de dormir.

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